miércoles, 12 de enero de 2011

He aguantado mucho, incluso más de lo que nunca imagine. Pero hay limites que no se pueden sobrepasar, y hoy has ido demasiado lejos. Me he enfadado muchas veces, enfados que luego he rectificado pero ya no, no aguanto más. Y esto no puedo dejarlo pasar. Ni siquiera pensé que serías capaz de hacerme algo así, joder, a mí. Se supone que debo importarte. Pero da igual, ya da igual... No lo soporto más. No voy a soportarte más. Esto acaba aquí, para siempre. En el momento que has sobrepasado el limite entre lo perdonable y lo imperdonable, cuando he empezado a explotar, he llorado y no podía respirar, es entonces cuando has dejado de existir para mí.

jueves, 6 de enero de 2011

Las noches me están empezando a consumir. El sueño llega pero hay algo dentro de mí que me impide cerrar los ojos y dormir. Y doy vueltas, le doy vueltas a mi vida, preguntándome que es lo que esta mal, que es lo que falla esta vez. Pero no lo sé. Pregunto sin encontrar respuesta. Intento dejar de pensar pero mi caos de vida vuelve a mi cabeza y me destroza. Me esta matando, me esta consumiendo en el pensamiento. Y duele. Duele y no sé por qué. Eso duele más. Y no puedo descansar. Llevo demasiados días sin poder hacerlo con tranquilidad. El cansancio pesa y las heridas no se cierran. Y las razones no llegan. Y el dolor aumenta. Y yo ya no puedo más. No puedo más. Joder, que no. Que lo he intentado, lo estoy intentando con cada parte de mi cuerpo pero es que me ahogo. La vida me asfixia, me puede. No logro respirar con calma. La ansiedad llega a mi cuerpo. Y no consigo pararla. No logro vivir. Lo intente pero es que mi corazón bastante tiene con latir. Y bastante tengo con preocuparme de respirar. Que en estos momentos no es una tarea fácil. Y es por esto que se me olvida todo lo demás. Tengo que estar pendiente de algo que se supone que funciona solo, sin ningún empujón, que no te estorba, que es un factor imprescindible pero el cual no necesita tu ayuda. Pero el dolor se ha hecho tan grande que duele hacer hasta las cosas esenciales. Así que nada, aquí estoy. Limitándome a sobrevivir en este mundo que no para de envenenarme. Que durante el día la vida no parece tan mierda, mi vida no está llena exclusivamente de caos. Pero al llegar la noche todo se revuelve, y me consumo entre toda esa mierda en la que se convierte mi vida. Y yo, estoy tan cansada que empiezo a dejarme llevar. A dejarme caer por esa mierda. Porque no puedo más, porque no encuentro una forma de pararlo, de pararme, de parar esta maldita caída que me acabara matando.

martes, 4 de enero de 2011

“Feliz no cumpleaños, pequeña”

Esas eran las palabras que pronunciabas cada 4 de enero en mi oído. Nunca tuve muy claro el por qué de que justamente lo harías ese día, pero ciertamente no me importaba. Y ahora no sé como quieres que olvide esas palabras, y todas las demás, como quieres que no recuerde todos los besos que venían después, esa sonrisa que inevitablemente se me dibujaba en la cara. Lo he intentando, te prometo que he intentado olvidarlo, pero descubrí que era imposible. Por ello intente simplemente dejarlo atrás, pero no puedo. Todo ello me persigue, sobre todo tu olor. Que parece que se ha quedado entre mis sabanas, que se quedo tan atrapado en nuestros momentos que después de que te fueras se aferra a tu recuerdo tanto como yo. Y junto a él, junto a ese olor que me ha envuelto tantas veces, que me ha llevado al cielo una y otra vez, me quedo cada noche y le cuento que no consigo olvidarte. Le reconozco que te echo de menos. Echo de menos despertar cada mañana abrazada a ti. Echo de menos que me despertaras a base de caricias. Que tuvieras los pies fríos y congelaras los míos. Echo de menos encontrarme al despertar un te quiero escrito en mi espalda. Los desayunos en la cama. Los besos de miradas. Los abrazos de sonrisas. Las caricias las 25h diarias. ¿Cómo pretendes que no lo eche de menos? ¿Qué no te eche de menos? Si me sentía viva, viva y feliz. Dos palabras que este mundo necesita pero que esta escaso de sentirlas. Te pido que vuelvas, si quieres me arrastro, me rebajo, me da igual. Estoy ahogándome en el fondo de este maldito pozo, no puedo estar peor que aquí. Como no podía estar mejor que en aquellos 4 de eneros en los que me felicitabas mi no cumpleaños. Y lo celebrábamos como si solo nosotros dos habitáramos este mundo.

domingo, 2 de enero de 2011

Es una noche de insomnio. Es una de esas noches que piensas más de la cuenta. En la que miras a tu alrededor y no ves ni una mísera luz por la que merece la pena seguir adelante. Te engañas pensando que solo es una mala noche, porque afrontar que tu vida no tiene sentido es demasiado duro. Y lloras. Pero como es solo una mala noche, lloras sin darle excesiva importancia. Hasta que un día el tic tac de tu reloj se para, y tu sientes que por primera vez en tu vida tienes un respiro. Un minuto para ti. Sin que el tiempo corra. Y sin que el mundo gire a toda prisa. Por un momento tienes tiempo, eso que siempre escasea. Por un momento, no tienes que correr. Por una maldita vez, no tienes prisa. Aunque solo sea porque se te han acabado las pilas del reloj. Pero qué más da, tu tiempo esta quieto y eso es lo único que te importa. Y ahí es cuando te das cuenta de que la vida es una mierda, el tiempo corre y tu le sigues a tal velocidad que no te da tiempo a ver los pequeños detalles que merecen la pena de la vida. Esos que encienden la luz al final del oscuro túnel. No eres capaz de verlos porque vas corriendo, como si estarías constantemente en una carrera en la que debes ganar. Y no es así. La vida no es una carrera. Al contrario. La única regla en la vida es no quedarse quieto, es no quedarse a esperar algo que jamás llegará. Porque siempre vas a ser tú el que tiene que ir a por las cosas. Nada va a ir a ti como por arte de magia. Da igual que vayas corriendo o con calma, lo importante es andar. Y aprender a caminar despacio, mirando a tu alrededor, es el gran secreto de la felicidad. Porque con calma se consiguen ver esos pequeños detalles que normalmente pasan desapercibidos. Y esos pequeños detalles son los que merecen la pena. Los que te hacen sonreír.

(para el reloj de tu vida al menos un minuto y valora todo aquello que nunca te paras a observar por falta de tiempo)

sábado, 1 de enero de 2011

Una noche con más alcohol de la cuenta por parte de los dos. Le siento atrapado en la garganta. Quiero y no quiero al mismo tiempo. La realidad parece ser un sueño. Y esos sueños que tuve empiezan a cumplirse. Un cosquilleo de elefantes recorre mi estomago. Miradas a dúo. Abrazos a distancia. Besos a traición. Caricias en la espalda. Sonrisas alargadas. Un susurro mutuo al mundo. Una cama nos espera. Nuestras ganas de comernos el mundo cogidos de la mano. Promesas que nunca hicimos. Sentimientos que nunca ha habido. Una atracción incontrolable. Gritamos de placer. Sentir que tocamos el cielo juntos durante un segundo para después, desaparecer.
Una noche y no más. Nunca nos volveremos a ver. Por un mutuo acuerdo que nunca acordamos. Por un miedo irracional a enamorarnos.